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Madrid desde Torres Blancas

Ayer sé publicó la noticia sobre la venta en Christie´s del sublime cuadro Madrid desde Torres Blancas de Antonio López García adquirida por 1.8 millones de euros. Antonio López ha dicho al conocer la noticia, que “lo único que importa es si la obra tiene dignidad”.

No sé si realmente ese es su precio, es algo que me supera. No me imagino con ese dinero en el bolsillo antes de entrar en una tienda. Pero me sorprende que alguien que tiene el privilegio de contemplar todos los días esa obra, quiera deshacerse de ella… ¡lo que hacen los hijos con las herencias!

En una ocasión, en un curso en El Escorial, se publicó la noticia que el Museo Picasso de Málaga había comprado un “Picasso” por una cantidad enorme de euros. Antonio López nos comentó que «ningún Picasso vale eso (no juzgaba el valor artístico), y ningún entidad pública debería gastarse ese dinero habiendo otras necesidades más prioritarias”, y añadía que “durante mucho tiempo España se olvidó de sus artistas, y ahora quieren recuperar lo perdido, volviendo a olvidarse de sus actuales artistas, que cuestan mucho menos que un Picasso

A continuación transcribo lo que el propio Antonio López decía al contemplar su cuadro en una charla:

“…Este cuadro está hecho con la misma intención, sintiendo más o menos lo mismo ante la misma ciudad. Es más luminoso. También está hecho en el atardecer. No me atrevía todavía a hacer el sol. Me resultaba difícil, porque dividía excesivamente las cosas. Creaba una luz general penumbrosa y trabajé las primeras cosas de Madrid con esa luz. Y bueno, pues empecé a necesitar un rigor que me obligó a emplear en él varios veranos. Es una cosa impresionante la diferencia de tiempo que exige la expresión exacta de las cosas. Es algo que yo no me lo podía imaginar. ¡No me lo podía imaginar! Entonces, pues, cuando las cosas tienen que tener exactamente su tamaño, no pueden ser ni un poquito mayores, ni un poquito más chicas, ni pueden estar un poco más acá, ni un poco más allá. En una pintura de esa complejidad es algo absolutamente extraordinario la cantidad de tiempo añadido que te lleva. Pero, bueno, así tiene que ser. Lo pinté desde Torresblancas.

Tiene dos metros y medio de anchura, y la mitad de altura. En este momento empecé a necesitar un formato distinto. Notaba que un ojo sólo es un círculo. Los dos ojos son un ovoide, pero nunca es el ovoide el doble de ancho que de alto. La altura es más que la mitad. Entonces, según fui pintando, fui añadiendo por abajo un pedazo y por arriba otro pedazo. Y ya situé el formato más o menos ahí. Los paisajes de Madrid ya no volvieron a ser el doble de anchos que de altos. La anchura es la misma, porque no concibo un paisaje más ancho de dos metros y medio. Por algún motivo no puedo. Sin embargo, la altura a crecido. Y en algún momento, en éste creo, empecé a situar el horizonte a la mitad. O sea, empecé a crear un orden. Un orden, una forma de mirar que fuera absolutamente de frente. Ni así, ni así. Entonces fue – no sé si exactamente en este cuadro – cuando necesité, pasara lo que pasara, poner la mitad de vacío y la mitad de lleno. Es decir, el cielo, yo noto que lo desatiendo. Se lo digo a mi mujer, a Mari, que hace unos cielos maravillosos y me dice: «Pero ¿por qué no pìntas el cielo?» . Y es que, cuando llego y me pongo a pintar las casas…”

Universidad de Valladolid

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