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Ceremonia Graduación 2023

Por segundo año consecutivo, la generación de alumnos que se gradúan este año me ha elegido como padrino de su ceremonia de graduación. Y como el año pasado ha sido todo un honor aceptar el encargo. Es emocionante poder despedirse de eso alumnos que durante varios años de su vida han depositado en ti sus esperanzas de mejorar y crecer en el camino del arte.

 

Dejo a continuación el texto de mi discurso. Y en este enlace podéis leer el del año pasado.

 

Gracias Dolors,

Hola a todos, este año es mi segundo año como padrino, no sé qué estoy haciendo mal.

En realidad estoy abrumado por el cariño que me habéis transmitido. Llevo desde mi ingreso como docente en la facultad recibiendo a los alumnos de primero y es bonito que me permitáis a mí, deciros adiós. No sé muy bien que hay que decirle a un alumno de artes que abandona el nido. Pero me gustaría dejaros una brújula, a modo de última clase, sobre nuestra profesión.

He de deciros que no es fácil ser docente, es angustioso saber cómo mejoraros, cómo deciros qué está mal cuando está mal y no engañaros para haceros un bien. Pero sobre todo, cómo transmitiros que el camino que habéis escogido es un buen camino, que merece la pena todas las incógnitas y angustias sobre esta profesión.

Voy a deciros hoy, en vuestro último día, lo mismo que os digo en vuestro primer día.

El arte no sirve para nada.

Si comparamos dibujar con un carboncillo sobre un papel, con operar a alguien a corazón abierto, no sirve para nada; si lo comparamos con lanzarse al mar para salvar la vida de alguien, no sirve para nada. Y es una inutilidad si lo comparamos con alguien que a las 5 de la mañana prepara el pan que nos comeremos.

Hagamos un ejercicio de imaginación, ¿qué ocurriría si mañana desaparecieran todos los museos del mundo? Nada, ¿se acuerda alguien hoy de los Budas de BAMIYAN?.

Pero ¿qué pasaría si desaparecieran las panaderías? ¿Si desaparecieran los campos de trigo o la gente que sabe cuidar de nuestros tomates? El mundo, ardería.

Pero, dicho eso.

Milagrosamente aquí estamos, y estamos desde el paleolítico, desde que por primera vez una persona trazó con sus dedos manchados formas del mundo real en una cueva. Y milagrosamente a esa persona le llevabaron comida, la salvaron, nos salvaron, porque reconocieron la aportación al grupo. Y ¿cuál es?

Voy a aprovechar que justo delante de mí, tengo un retrato del maestro (Velázquez), para contaros una anécdota. He de avisar que no puedo asegurar que sea cierta, pues no he encontrado la fuente. A mi me la contó un amigo mucho más leído que yo, una de esas personas que merece la pena tener cerca porque te mejoran (se llama Guillermo). Y sea cierta o no, es bonita y clarificadora.

Parece ser, que en los diarios de Azaña, sé relata que un día Stalin llamó a Azaña proponiéndole enviar su ejército y acabar con la guerra. Lo único que le pidió a cambio fueron Las Meninas. A lo que Azaña respondió: “NO, Las Meninas son de todos los españoles”.

Y ahí tenéis la respuesta, tanto Azaña como Stalin sabían que el arte nos inspira a mejorarnos y nos cura.

No sé vosotros, pero yo en un mal día:

Con una canción he limpiado mi alma

Con una poesía he perdonado al mundo

Con un cuadro, con una película, con una danza… he mejorado.

Y todo eso, lo podemos hacer con algo tan simple como escribir el nombre del ser amado en la piel de una madre o esbozar un alivio en el corazón de un padre enseñando las maravillas de la pintura a un niño sentado en una habitación del área de oncología de un hospital.

Pero eso sí, y aquí viene la lección, no lo conseguiréis si no os comprometéis con vuestra profesión, tanto como el que que salta al mar para salvar la vida de otra persona aún poniendo en juego la suya. Tanto como el que sabe aguantar el sol infernal, mientras siega el campo.

Si me permitís (ya termino), repetiré un fragmento de mi discurso del año pasado.

El éxito en nuestra profesión no es vivir de ella. El éxito, es que te dejen ejercerla en libertad aunque sea a ratos.

Seguid en el arte, aunque sea a ratos.

Suerte.

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